Amor y política en El fin de la locura de Jorge Volpi

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المؤلف

investigadora en el Instituto Superior de Crítica Artística/ Academia de Arts

المستخلص

Este papel intenta destacar la trascendencia del amor como motivo político y su rol en la transformación ideológica en la novela El fin de la locura del autor mexicano Jorge Volpi. Esta novela es la segunda parte de la Trilogía del siglo XX y se dedica a los años sesenta y setenta que caracterizaban por la abundancia de los movimientos revolucionarios contra la tiranía. El autor trató usar el amor como un instrumento que capacitara al protagonista de involucrarse en esa locura, y también como estímulo que le ayudara a reformular su ideología con el fin de hacerle llegar a la configuración ideológica necesaria para asumir su rol como intelectual revolucionario. 

الكلمات الرئيسية


Introducción:

   Este estudio intenta destacar la trascendencia del amor como estímulo político y su rol en la transformación ideológica en la novela El fin de la locura del escritor mexicano Jorge Volpi.

   El fin de la locura es la segunda novela de la Trilogía del siglo XX, que consiste en En busca de Klingsor (1999), El fin de locura (2003) y No será la Tierra (2006). Cada parte de la trilogía se preocupa de una etapa del siglo XX, focalizando en algunas transformaciones políticas y sus consecuentes sociales pertenecientes a ésa. Cada novela representa un trozo de la escena total posibilitando leer cada una de ellas como una unidad independiente. Acercando las tres, se puede sacar una imagen panorámica, con un enfoque político, de aquel siglo.

   Esta novela, El fin de la locura,  se dedica a los años sesenta y setenta. En ese periodo se abundaron los movimientos revolucionarios que luchaban contra el poder tiránico y demandaban los derechos perdidos. Al final la voluntad de los pueblos se impuso coronada por el derrumbe del Muro de Berlín en 1989.

   El argumento de la novela se resume en que el protagonista, Aníbal Quevedo, un psicoanalista mexicano, se despertó en algún día en París sin poder recordar nada. Eso se sincronizó con la revolución estudiantil, que él se encontró colocado dentro de ella sin querer. Vio a Claire en la revolución, se enamoró de ella inmediatamente y decidió perseguirla por doquier. A través de ella, aproximó algunas figuras famosas, tanto filosóficas como políticas. Su marcha política se divide en dos partes: la primera en Francia y es fingida por el amor de Claire, y la segunda en su país maternal, México, donde su ideología política comienza a formularse adquiriendo peso y convicción.  

Juego amoroso y el cambio ideológico:

  1. Aníbal Quevedo:

   Se presenta en un estado de ánimo frustrado y confundido, y de un estado físico deteriorado, desconectado del lugar, el tiempo y de sí mismo. Era delirante completamente, como si viera a sí mismo desde fuera de su cuerpo, sin ningún poder de controlarse. No reconoció el país donde vivía, ni incluso su propio cuerpo, no recordó cómo había llegado a ese momento:

…me sorprendió mi dominio del francés…Cuando intenté dedicarle un último pensamiento a mi pasado, supe que lo había perdido para siempre…Me miré en el espejo: aunque seguía sin ser yo…(23-24)

Sin embargo, no parece perdiendo toda la memoria, sólo el pasado cercano se borró. Al contrario, lo lejano sí lo recordó. Evidencia de eso es que supo que tuvo un diploma de psicoanálisis, la descripción de su casa anterior, por la cual notó la deferencia de la actual, lo que indica que el periodo caído se reduce entre su salida de México y su estancia en Francia. Más adelante, la confirmación viene en forma de recuerdos de la época universitaria:

…Cuando aún estaba en México, detestaba a Lacan sin conocerlo. Como la mayor parte de mis colegas de la universidad, yo ni siquiera había hojeado sus artículos (los Escritos aún no se habían publicado) pero, a diferencia de nuestro maestro Erich Fromm, el francés tenía fama de confuso y engreído…(33)

A pesar de recordar todo eso, y para mantener la ambigüedad que rodeaba al personaje, el mismo Quevedo sospechaba la veracidad de sus recuerdos. Los vio como parte de sus alucinaciones:

… ¿De verdad había sido psicoanalista? A veces lo dudaba…(41)

   Quevedo era inestable y perdido. Parecía que no tuviera ninguna motivación para continuar viviendo. Las razones de ese estado no se aclaran. En el segundo tercio de la novela, el autor revela por qué Quevedo dejó su país natal, México:

…Si salí de mi patria fue porque en ella me sentía atrapado, porque un paciente demostró de modo brutal mi incompetencia, porque tal vez ya no soportaba a mi familia. Me asfixiaba y necesitaba huir… (289)

El fracaso profesional era el motivo detrás de la huida de Quevedo de México. Pero su relación con su familia y por qué no la llevó consigo en su vía fugitiva, hasta aquel entonces, se quedó oculta. Es posible que Quevedo escapara de sus responsabilidades en general. Tal vez quisiera vivir libre de todos los compromisos, sintiera esposado por la carga de su familia y de su profesión y quisiera empezar de nuevo en un lugar distinto y lejano.

El cambio ideológico de Quevedo se dividió en dos fases.

1.1.          Fase francesa:

   Quevedo comenzó a recuperarse en el momento en que vislumbró a Claire en París. La vio por primera vez con Lacan. No pudo quitarla de su mente. Decidió buscarla en el tumulto revolucionario que atormentaba la capital francesa de aquel entonces. La consideró la causa que esperaba para despertarse y regresar a la realidad. Su amor a ella empezó grande, obligándolo a desempeñar la tarea de su salvador y protector, lo que requirió su adhesión a ella e, incluso, unificarse con ella, eliminando su mente y pensando sólo a través de la suya. En su intento de acercarse de ella e impresionarla, se involucró en la política. Claire era la razón básica, o mejor decir, la única detrás de esa dirección:

…Debía salvarla. Debía hacerla vivir. Para lograrlo, no me quedaba más remedio que tratar de comprender su desafío. (101)

Aunque es innegable que Claire tomó parte en rescatar a Quevedo del deterioro y la perdición, su fin de arrastrarlo a la política no residió en que él era un elemento que enriqueciera la revolución, ni por sus conocimientos o por su amor a él, sino por ser una página vacía donde ella pudiera escribir lo que quisiera alistándolo como partidario a sus ideas:

    …-¿Y al menos podrías decirme por qué protestan?

    Claire decidió que era tiempo de darme una rápida lección de teoría revolucionaria y comenzó a perorar sin tregua… (72)

Ella no percibió que Quevedo no entendía nada de eso y sólo estaba fijando su mirada en ella:

 Era evidente que pertenecíamos a universos lingüísticos distintos: para mí sus frases no tenían ningún significado… (73)

   Todas las lecturas y salidas en las manifestaciones fracasaron en arraigar el pensamiento y el espíritu revolucionario en Quevedo. Su confesión reveló su opinión verdadera sobre la revolución:

    - ¿De qué me serviría rebelarme como ustedes? – le inquirí-. ¿Cuánto tiempo crees que durará su protesta? ¿Un mes? ¿Dos? Al final se desgastará como todas, sus líderes pactarán con el gobierno y en unos meses todo habrá concluido. Ustedes gritarán, marcharán, se cubrirán de sangre y de palabras, y al final todo será como al principio. (73)

La cita lleva más de una insinuación. Primero, Quevedo era un hombre desesperado. Veía que todo esfuerzo para modificar el presente sería en vano. Siendo más maduro que los jóvenes revueltos, parecía más capaz de comprender cómo las cosas fueron en realidad. Ellos, al contrario, fueron empujados por un entusiasmo demasiado, que los impedía de concebir lo ocurrido en efecto y los llenaba de la esperanza de poder establecer el cambio. Segundo, es la muestra de que Quevedo estaba fingiendo su fervor político. Su alteración ideológica, en aquella fase, se quedaba superficial y dudable. Asimismo, se resume la relación entre los pueblos y los gobiernos hasta entonces: un montón de fracasos de conseguir las demandas populares, pocas tentativas exitosas enfrente a un poder invencible de los sistemas políticos. Eso engendró un estado de frustración y sumisión en la gente.

   Poco a poco, parece que las ideas revolucionarias abrieron un espacio estrecho dentro de Quevedo. A pesar de la desaparición de Claire de la escena, continuó saliendo en las manifestaciones:

…La diferencia era que esta vez yo no los acompañaba en calidad de hipócrita invitado, sino que compartía de lleno la fuerza de su fe. Esa tarde yo también enarbolaba una bandera rojinegra…y la agitaba con energía…(117)

Pese de su esfuerzo, su efervescencia política quedó sin profundidad verdadera. En dos semanas sus efectos se desvanecieron y Quevedo regresó al extravío. Quizás fuera mera reacción a la desaparición de Claire o una suerte de fidelidad a ella. Su única salvación de aquel estado era Claire. Sólo el recuerdo de ella pudo revitalizarlo devolviéndolo a la realidad. Estaba dispuesto a intentar colocarse en aquel ambiente revolucionario sólo para ella:

 …Tenía la obligación de seguir adelante, de proseguir su lucha, de vengarla. Se lo había prometido. Lo haría por ella. Lo haría por Claire. (123)

La atribución de la lucha a Claire reveló evidentemente que Quevedo aún no era convencido por la causa por la que Claire y sus colegas estaban defendiendo.

   Claire se acostumbró a desaparecer y reaparecer repentinamente en la vida de Quevedo. De vuelta, le contaba sus aventuras amorosas, junto a sus actividades políticas. Eso dejó sus huellas en la configuración del pensamiento revolucionario de Quevedo. Como amante, la escuchaba refrenando su rencor, buscando una salida digna para descargarlo y la descubrió:

Resentido por la traición de Claire, mi educación revolucionaria se volvió tan rigurosa como aciaga: si bien en Vincennes nadie me mostró el camino hacia el éxito académico, en cambio sí aprendí a planear todo tipo de acciones subversivas… (166)

     Una paradoja es que Aníbal Quevedo, como mexicano, salió en las manifestaciones francesas y derramó sangre propia, defendiendo una causa ajena, mientras su país estaba atormentado por las rebeliones y, casi, por las mismas razones. Sin embargo, él no pudo reaccionar con las imágenes horribles de sus paisanos muertos, no pudieron mover nada en él, ni odio ni compasión, por eso contó a sí mismo con los muertos. Esta ausencia de los sentimientos patrióticos se atribuye a más de un factor: su lejanía de su país y su olvido de algún periodo de su vida.

   No obstante, lo que él hizo después mostró que estaba equivocado. Lo ocurrido en México sí dejó una influencia más que la que él había imaginado. Quevedo eligió una víctima al azar, que pareció recopilando las características de comodidad y lujo, para descargar su cargo emocional:

… distinguí una figura en el medio de las sombras… Sin duda era un respetable hombre de negocios…Sin reflexionar, me aproximé y, antes de que se diese cuenta de mis intenciones, le encaje un golpe seco en la nuca y lo molí a patadas. Descargué mi rencor en las vísceras de ese miserable…(142)

Antes era imposible convencerle de revolucionar, porque el dolor y el sufrimiento eran ajenos. Cuando la situación se conmutó, el peligro amenazó a su propio país y los muertos se convirtieron en ´´suyos´´, se acabó el periodo de transición inmediatamente. El amor, aunque posee el poder de obligar la persona a hacer lo que no le conviene, en este caso no tuvo fuerza bastante para ser el motivo único que implica la transformación, específicamente, la interna.

Sin embargo, equivocamos si consideramos ese momento era el decisivo en la alteración ideológica definitiva del personaje pues más adelante se descubre que esta explosión era mera reacción efímera. Sí Quevedo dio parte en actos revolucionarios durante la ausencia de Claire, pero parece que fue por lealtad nada más. Él, en efecto, vía la revolución desde una perspectiva baja y humillante: era una ´´degradación´´ a la que su pasión por Claire le agarró por fuerza:

 Pordioseros de la libertad, esqueletos revolucionarios, zombis. Maoístas moribundos. Nunca imaginé que mi compromiso con Claire me condujese a semejante degradación…(181)

 Pese de eso, no tuvo otra salida, excepto continuar su falsificación de ser fiel a la causa, si quisiera acercarse a Claire. Se afilió a una inanición. Aunque esta idea era de ella, paradójicamente, la misma Claire no pudo participar. Como no había bases constantes ni reales que solidaron su resistencia, Quevedo no pudo aguantar el hambre y comía a hurtadillas traicionando a sus colegas. Lo peor era que él no la entendió como infidelidad.

   Sonia Rodríguez Llamas opina que ´´…A medida que la acción avanza y Quevedo se involucra en el movimiento estudiantil, adoptando sus propuestas, el protagonista domina el escenario novelesco y deja de ser un títere en las manifestaciones a las que acude´´. (163) Tal vez Llamas quisiera señalar por ´´deja de ser un títere´´ a que Quevedo se convirtió en un elemento efectivo y tuvo un papel en las manifestaciones. Pero adoptó sus propuestas por su voluntad, eso queda dudable. Desde el inicio, Quevedo sí era un títere, pero en la mano del amor, sólo a ése tuvo lealtad. Si Claire no se hubiera alineado a la revolución, Quevedo nunca hubiera adoptado el pensamiento revolucionario, nunca se hubiera interesado absolutamente en el movimiento estudiantil. Prueba de eso era su falta de resistencia en los momentos difíciles de la revolución, a pesar de su pretensión de lo contrario. Lo más aceptable sea que su insistencia en asistir a las manifestaciones fuera un acto protector para Claire, pensara que su presencia al lado de ella pudiera mantenerla a salvo. Su participación implicaba fingir su apoyo y creencia en los objetivos de la revolución.

   Siempre ponía a Claire ante sus ojos. No hacía nada antes de pensar si eso iba a hacerla orgullosa de él o no. Obliteró su personalidad totalmente y se quedó pensando desde la perspectiva de Claire, incluso en su ausencia:

…Al final de esta experiencia podría presumir que, mientras ella trabajaba en la Sierra, yo me había puesto al servicio de otra causa revolucionara. Claire se sentiría orgullosa de mí. (198)

 Aunque la nueva causa, el tratamiento del comandante de Cuba, no tuvo nada que ver con la revolución en Francia ni con lo que hacía Claire en la Sierra, para él, todo dependía en ella.

   Sí el amor tiene su tremendo poder que no reconoce obstáculos, pero el cuerpo humano tiene sus límites. Aunque Quevedo soportó todo y no vacilaba en hacer lo imposible por Claire, en una fase no pudo seguir fingiendo, lo pedido era más que lo pudo:

   …no quería seguir fingiendo: yo no era hombre de acción. El calor sobrepasaba los cuarenta grados a la sombra y mi condición se hallaba muy debilitada luego de la huelga de hambre en París… Claire insistía en que a mi edad aún era posible superar cualquier limitación, pero mi ansiedad excedía la fatiga… sin duda la amaba, pero estaba seguro de que ninguno de los dos soportaría mucho tiempo más en aquellas circunstancias… (226)

Este nivel, a donde se trasladó Claire, la plena batalla armada, era más peligroso que el anterior. A pesar de que Quevedo admitió su amor por ella, acaso vio que el sacrificio aquí no equivaliera al beneficio. El miedo venció al amor. Quizás el amor por Claire fuera su guía que le orientaba en el laberinto donde había sido perdido buscando a sí mismo. Pero cuando recuperó su aplomo y encontró a sí mismo, el amor perdió un poco de su efecto desbordante. El momento en que declaró su incapacidad de seguir la lucha fatigosa junto a Claire coincidió con el mismo en que descubrió lo que quería hacer precisamente en su vida:

…Yo por fin tenía claro lo que quería hacer: escribir como Lacan y como Althusser, como Barthes y como Foucault… (226)

    La relación amorosa entre Claire y Quevedo sufrió una curva turbulenta.  Aunque a veces había un contacto sexual, esto no implicó que era amor de dos partes, estaba afirmado sólo de la parte de Quevedo. Él pudo amarla hasta la locura, le perdonaba todo tipo de faltas, incluso su embarazo de otro hombre.Mientras ella optó por la lejanía, él le mantuvo su posición en su vida como eje principal, que daba a su existencia su valor y significado. El mero pensamiento de eliminar a Claire de su historia, la cambiaría en algo alterado que, tal vez, sería irreconocible:

…Y en su libro él te despacha de un plumazo, como si nunca hubieses existido…Para vengarse de mí, te expulsa de mi historia… (268)

Él perdió el alivio desde su primer encuentro. Tanto en su lejanía como en su cercanía, ocupó su pensamiento. Su ansia para ella era incontenible. En respecto a ella, siempre lo vio como un refugio, en sus abrazos encontró la paz y la seguridad. Pese de eso, nunca le permitió penetrar a su mundo personal, incluso cuando vivía con él en la misma casa, le mantuvo a distancia:

 … existe una barrera entre nosotros que no sólo es física (la puerta siempre cerrada de tu habitación) sino psicológica (tu imposibilidad de revelarte). Haga lo que haga, no me permites entrever…Podemos charlar durante horas pero, como Barthes, disimulas todo lo que te ocurre. Tu obsesión es mantenerme a la distancia. Imponerme tu misterio (o tu silencio)…(274)

   A pesar de todos los rechazos de Claire a su amor, y de la abundancia de sus relaciones amorosas con otros, Quevedo, malinterpretando todas sus señales, siguió conservándole una imagen perfecta, sobrenatural y carecida de impurezas, como si fuera un ídolo que no equivocaba o que sus faltas fueron leves y perdonables:

   …Me digo que no eres como las otras (<<estás loca>>, <>, <> o simplemente:<< te amo>>)…Y tú me consideras especial. Que la forma de demostrarme tu amor (o más bien tu preferencia) se cifra, justamente, en no demostrarme tu amor… (284)

No sólo estaba tolerando sus escándalos y desviaciones, de los cuales todo el ambiente intelectual francés estaba hablando, sino las negó insistiendo en no creerlos e, incluso, los desmintió rotundamente:

   …Aterrado, me resigno a entresacar las historias más disparatadas: que te has vuelto lesbiana o bisexual…que no queda nadie en el medio intelectual francés que no haya conocido tu sexo…Son burdas exageraciones, me digo para consolarme, pero luego pienso que, como dice Josefa, cuando el río suena…(294-295)

Su fascinación lo cegó. Temía confesar la verdad, siquiera dentro de sí mismo, para no decepcionar por ello. Malentendía los signos que ella se le envió. Los interpretaba de acuerdo con la imagen embellecida, que le había dibujado en su mente, creando una esperanza falsificada, o mejor decir, un estado de ilusión en que se cerraba, de que ella lo amaba, pero en su propia manera.

   Para Quevedo, el amor se corona por la relación sexual, por lo tanto siempre procuraba hacer el amor con Claire. Ella piensa lo contrario. Separaba el amor de tales relaciones disminuyéndolas sólo a la categoría de necesidades físicas:

  -No te preocupes, Aníbal. Es sólo sexo […]

   -¿A Albert?- sonríes-. Ay, Aníbal. No era él, era otro hombre. Se llama Jules…, me parece. Y, si quieres que te diga algo cómico, ni siquiera tuve el orgasmo. (287)

La actitud de Claire resulta paradójica: ella hizo el amor con un hombre incógnito, que no había ningún vínculo con que la conectaba, siquiera no le importó saber su nombre. Mientras negó hacerlo con Quevedo, con el que compartía la casa y sabía bien su amor ferviente a ella. Si su concepto incluía hacer el amor con cualquier hombre por qué no pudo hacerlo con quien la declaraba su amor ´´¿Por qué él y no yo?´´. (285)

   Lo curioso es que Quevedo aceptaba resignadamente jugar con las reglas que Claire le imponía sin que pudiera oponer o rebelarse. Su amor era la fuerza que le impedía interrumpir el juego, teniendo miedo de perder el otro jugador. Es un pacto implícito donde una parte no tiene ningún derecho, sino rendir a la otra:

  …Yo puedo expresarte mi amor, pero no puedo exigírtelo. Yo puedo intentar seducirte, pero no puedo forzarte a responderme. Yo puedo sentir celos de ti, e incluso puedo expresarlos, pero no puedo exigirte que dejes de causármelos… puedes hacer lo que quieras, absolutamente todo lo que quieras, excepto una cosa: ceder a mi voluntad de romper este maldito acuerdo. (287)

Él estaba siempre en espera, persiguiendo un cierto espejismo, una amada que imposiblemente la obtendría. Mientras que ella jamás lo movió de la categoría de un mejor amigo que la cuidaba, la consolaba y le echaba su mano en sus momentos difíciles. Nunca lo vio como amante. Roger A. Zapata calificó esa relación amorosa por ´´ una esclavitud´´, viendo que a pesar de que Quevedo lo comprendió bien, mantuvo, hasta el final, una fe en ´´la fuerza liberadora´´ del amor. (61)

   Poco a poco, el pasado de Quevedo se revela. Dejó su familia, esposa e hija, detrás de él en México. Durante 20 años, la duración de su residencia en Francia, nunca la contactó. Sólo la enviaba un cheque que cumplió sus obligaciones monetarias, lo que declara que no la olvidó. Lo raro fue cuando regresó a México. No intentó comunicarla, al menos personalmente, ni pasó por su mente ver a su hija. A pesar de su abandono y su brusquedad, esa hija se quedó defendiéndolo y trató mantener una imagen brillante de él, al contrario de su madre, que el odio y la tristeza fueron claros en sus palabras acusando a Quevedo por ser egoísta, tratando tacharlas de su vida.

Eso no sólo aclaró que tipo de persona era Quevedo, sino demostró que, cuando dejó México, no sólo huyó de un territorio hostil, sino de un mundo entero, lo borró de su mente con todos sus detalles. Como su familia formó parte de aquel mundo repugnante, no vaciló en borrarla, cortando todos los vínculos que le ataron a su patria. Siquiera los cheques que la enviaba no lo hizo en persona, sino a través de Josefa Ponce que lo empeñaba en vez de él. Restableciéndose en México no significó volver a su vida antigua. Quevedo regresó a México con una nueva personalidad que necesitara reconstruir una vida totalmente distinta; una profesión nueva como escritor y unos amigos nuevos. Eso requirió descartar todo lo que lo enlazaba con el pasado que, por supuesto, incluyó su familia.

   Por el estado inaugural de Quevedo, la amnesia, Volpi quiso crear una nueva persona, que su presente le permitiera aclimatarse de nuevo después de tachar todos los prejuicios y creencia tradicionales. Quiso darle la oportunidad de fundar otro pensamiento propicio para los cambios consecuentes. Eliminar su pasado cercano y regresar a su lejano, el periodo de México, tuvo el fin de devolverlo el sentimiento patriota para prepararlo a responsabilizar sus obligaciones futuras.

Libros:
- Volpi, Jorge:El fin de la locura, México, Editorial Planeta Mexicana, Booket, 1ª reimpresión en booket impresa en México 2009. (Impreso)
Revistas:
-  Domínguez Michael, Christopher: ´´La patología de la recepción´´. Letras Libres. Nº 63. Año 6. mar. 2004, pp. 48-53. (Versión on line)
-  Pinaud , Jorge Moreno. ´´Historia y política en El fin de la locura de Jorge Volpi´´. Espéculo: Revista de estudios literarios. (UCM)Nº 31. 2005. 
- Urroz, Eloy. ´´El fin de la locura´´. Revista de UNAM. Nº 623. mayo 2003, pp. 10-11.
- Volpi, Jorge. .´´ El fin de la conjura. Los intelectuales y el poder en México en el siglo XX´´.  Letras Libres. Nº. 22. oct. 2000, pp.56-60. (Web) consulta 3 nov. 2014.
- Zapata, Roger A.´´ La pobreza de la filosofía como material novelesco: El fin de la locura de Jorge Volpi´´. A Contracorriente: Revista de Historia Social y Literatura en América Latina. Vol.2. Nº 1. 2004, pp. 57- 66.   
Artículos:
- Iwasaki, Fernando. Elogio de la <> de Volpi.ABC de Sevilla periódico electrónico. 19 mayo 2003. (Web) consulta 22 dic. 2015.
Tesis doctoral:
- Rodríguez Llamas, Sonia.La trilogía del siglo XX de Jorge Volpi: el arte de la novela y el discurso de poder. (Doctorado). Universidad de León, 2014. (Web) consulta 12 abr. 2016.