En la literatura española, los escritores caracterizaban al negro por el color, por su habla deforme y por una serie de rasgos personales. El sistema esclavista se servía de la literatura y, especialmente, del género dramático para tipificar la figura del subsahariano y para justificar su esclavización. Entre los rasgos que singularizaban al personaje negro se destacan su propensión a las peleas, su infantilidad, su desmedida afición musical, su lujuria, su vanidad, sus aspiraciones de nobleza, su animalidad y su ignorancia religiosa. Todas estas características conforman la personalidad estereotipada del negro literario.